Qué fácil es despedir a un mal trabajador que, además, sea una mala persona, pero qué difícil es tomar esa decisión cuando el otro no es malo; simplemente, es que no llega. No es competente.
Lo has intentado todo: has analizado bien las circunstancias, le has dado tiempo y formación, has pasado por alto muchos de sus errores e incluso has cargado tú con sus responsabilidades para darle más tiempo a que se pusiera las pilas, pero no hay manera.
¿Por qué te cuesta tanto tomar la decisión de despedirle?
Empecemos por el principio:
Aunque esto te puede pasar trabajando por cuenta ajena y sufras esa situación con uno de tus colaboradores, en realidad, tu falta de decisión, aunque te perjudique y te cree una cierta ansiedad, no te está costando TU dinero. Así que, vamos a ponernos en otro escenario, aunque terminemos confluyendo en el mismo sitio.
El otro escenario que te propongo es que seas el dueño de tu negocio.
Decidiste independizarte y trabajar por tu cuenta. Hasta donde sea que hayas llegado, seguro que has pasado por un infierno. Quizá todavía estás en él.
Has oído a tu alrededor a gente:
👉 Quejándose de que ese año, el regalo de Navidad de la empresa había sido peor que otros años… y tú mirabas a un lado y a otro sin entender nada, ¿Qué regalo de empresa?;
👉 Otros te preguntaban a dónde te ibas de vacaciones… y tú sonreías y decías que te lo estabas pensando (sobre todo para no incomodar la sensibilidad del de la preguntita);
👉 Sabías de las bajas por enfermedad o ciertos acontecimientos familiares o de las jornadas reducidas de los que te rodeaban… cuando tú habías ido a trabajar recién operado o recién parida;
👉 Acudiste a aquella reunión con un posible cliente que luego quedó en nada… al día siguiente de morir tu padre;
👉 Incluso oíste hablar de los ERTES y presenciaste los lamentos de los afectados… cuando tú admirabas su suerte porque a ti lo que te esperaba era cerrar al día siguiente el negocio asumiendo deuda o ampliar el préstamo con el banco para ganarle unas semanas o meses a la parca y comprar la oportunidad de poder seguir sobreviviendo.
Pero, poco a poco, fuiste saliendo del infierno y todo ese esfuerzo titánico fue dando sus frutos. Empezaste a ver resultados. Ya no perseguías tanto a los clientes para que te pagaran. Ya no trabajabas 16 o 18 horas al día durante 7 días a la semana. Ahora tenías uno o, a veces, hasta dos días para ti, o para tu familia, o para ponerte enfermo y quedarte en la cama. Entonces contrataste a tu primer empleado. Enorme decisión. Quizá luego a un segundo, o tercero…siempre cobrando ellos antes que tú, por supuesto, pero seguiste fiel a tu compromiso de partirte la espalda para que el negocio avanzara. Y un día, te das cuenta de que una de esas personas que has contratado y con la que has establecido un compromiso no solo laboral y económico, sino emocional, te está amargando la vida.
¿Cómo has llegado a esta situación?
No es que te meta la mano en la caja registradora, porque entonces le echarías. Eso sería fácil. No es que se permita dar malas contestaciones a los clientes, no atender sus llamadas, retrasarse en el envío de propuestas, criticar a los compañeros o a ti, o no dejar de cometer errores, no, es que simplemente parece que trabaja y que se esfuerza, pero los resultados no le acompañan. Es más, van en sentido opuesto.
Ese individuo es buena persona, agradable, educado, incluso habéis desarrollado un cierto apego. Habéis comido juntos, compartido cafés o cervezas, incluso algunas confidencias. Sabéis de la vida y las circunstancias personales del uno y el otro…pero, la realidad es que, esa persona te hundirá porque tú todavía estás intentando salir adelante y su incompetencia se ha agarrado a tu cuello colgando su peso muerto y balanceándote en el abismo. Y te te has impuesto tener fuerza para sujetaros a los dos. Te crees imprescindible y responsable de la supervivencia profesional del otro. No es que fuera un trabajador excelente al principio y la cosa haya empeorado con el tiempo, porque entonces en tus noches de insomnio habrías encontrado el origen y causa de esta decadencia y ya la estarías solucionando. No. Es que no funcionó bien ni desde el principio.
Eres como Wendy, la niña de Peter Pan que cuidaba de todos: de sus hermanos, de Peter y de los niños perdidos. Tú tienes un espíritu protector, eres muy buena persona y has decidido que tu cuello va a soportar ese peso porque si no, ¿Qué otro cuello va a encontrar el otro para colgarse? ¿Cómo va a encontrar otro trabajo con su edad, su escasa o inadecuada formación, su incompetencia…? No, no, no, ya estás tú allí para salvarle.
Si te reconoces en esta situación o conoces a alguien a quien le ocurre, si sientes la necesidad de cuidar a los demás y piensas que eres imprescindible para ellos, asumiendo un rol protector cuyo máximo objetivo es hacerles la vida más fácil y que no sufran o se enfaden, te informo de que muestras señales de sufrir el síndrome de Wendy. No es ninguna patología clínica, pero sí es un auténtico generador de frustración y ansiedad que puede terminar en desastre económico o profesional, sobre todo, si se trata de tu propio negocio.
Algunas preguntas por si quieres replantearte un cambio:
1.- Pregúntate por qué necesitas satisfacer las necesidades de los demás antes que las tuyas y las de tu negocio.
2.- Si eres autónomo o propietario ¿En qué momento, cuando te diste de alta en el epígrafe de Hacienda como profesional independiente o firmabas las escrituras de constitución de tu sociedad, te comprometiste a contratar a una persona que no iba a asumir sus responsabilidades?
3.- Si trabajas por cuenta ajena y sientes que solo das y pocas veces, o ninguna, recibes ¿Cuánto tiempo más vas a esperar a poner límites?
4.- Si eres consciente de que fue un error la selección de esta persona y fuiste tú el seleccionador ¿Por qué insistes en tu error?
5.- ¿Sientes algo de culpa por ser emprendedor, empresario o responsable de equipo?
6.- ¿De qué te sirve saber hacer un análisis financiero si no sabes qué hacer con la frustración o ansiedad que te causa quitarte la capa mental que llevas de súper héroe o heroína?
7.- Si ya has hecho todo lo que tenías que hacer y los resultados no han mejorado, ¿Qué crees que pasará cuanto más tiempo tardes en tomar la decisión?
8.- ¿Por qué proteges al incompetente como a un menor?
Y si te queda alguna duda, piensa en el mensaje que estás trasladando al resto, porque nada destruye más la moral y el compromiso de los buenos que ver cómo se tolera o premia la ineptitud de los malos.
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