
¿Formador, coach, mentor, consultor… o psicóloga sanitaria?
¿A quién llamas cuando necesitas ayuda profesional?
Me refiero a esa duda eterna que flota en empresas, equipos… y hasta en cenas con amigos:
“¿Esto lo hace un coach, un formador… o alguien con bata blanca?”
Hay que distinguir bien qué hace cada uno, para qué sirve y qué formación y experiencia acumula para evitar intrusismos indeseados y resultados catastróficos, pero más allá de estructuras rígidas de pertenencia, hay algo que conviene tener claro antes de lanzar convocatorias, contrataciones o procesos de selección como si esto fuera Los Juegos del Hambre y la supervivencia profesional individual dependiera de acabar con los otros distritos.
🎯 Un formador no es un PowerPoint con patas, es un profesional que diseña experiencias de aprendizaje estructuradas, con objetivos claros, metodología didáctica y aplicación práctica.
🎯 Un coach no es tu colega motivador, es alguien que acompaña un proceso de cambio o desarrollo a través de preguntas potentes, escucha activa y facilitación del autodescubrimiento, sin dar consejos ni dirigir el camino. Y no se mete en salud metal ni hace terapia.
🎯 Un mentor no está para hablar solo de sí mismo, sino para compartir su experiencia, conocimiento y visión estratégica para acelerar el desarrollo de otra persona en un ámbito que él o ella ya ha recorrido.
🎯 Un facilitador no improvisa ni se limita a “dar la palabra”, sino que guía procesos grupales con técnicas, estructura y neutralidad, creando las condiciones para que las personas piensen, colaboren y tomen decisiones de forma efectiva y participativa.
🎯 Un consultor no es el que “da caña” sin escuchar. Lo que hace es analizar el contexto, diagnosticar necesidades y proponer soluciones estratégicas con base en datos, experiencia y conocimiento técnico.
🎯 Un psicólogo organizacional no hace terapia, sino que trabaja sobre el comportamiento humano en contextos laborales para mejorar el bienestar, la productividad y el funcionamiento de los sistemas de trabajo.
🎯 Y un psicólogo clínico o sanitario no dice bobadas del tipo «créetelo fuerte» porque es el profesional de la salud mental y la salud no va de frases motivacionales vacías, sino de procesos rigurosos de evaluación, intervención y acompañamiento basados en la evidencia científica.
Cada profesional tiene su marco, su rol y su campo de acción. Y lo más importante: sus límites.
No todo se puede mezclar como en un smoothie.
Integrar no es revolver sin criterio y la profesionalidad no se improvisa; pero también es verdad que ,algunas personas (quizá tú estés entre ellas), nos podemos mover entre varios “distritos” con rigor y profesionalidad.
Hay otra película que me gusta mucho que es la de “Divergente”, otra distopía en la que la población está dividida en cinco facciones basadas en virtudes (Erudición, Osadía, Verdad, Cordialidad, Abnegación) y se supone que cada persona debe encajar en una sola.
Pero ¿conoces a alguien que se licenciara en una carrera y luego siguiera formándose, reinventándose, creciendo y apostando por ganarse la vida con algo que le movía y dotaba de más sentido su vida?
La flexibilidad cognitiva es la habilidad más importante en el siglo XXI y lo que nos permitirá sobrevivir en un mundo cada vez más complejo.
Yo conozco muchos profesionales que no encajan en una sola categoría. Que son “divergentes”. Esa es su mayor fortaleza, aunque incomode a otros. La clave es que, sea cual sea su rol, actúe dentro de los límites de su competencia y con un marco ético claro. Y si hablamos de salud mental, los límites tienen que estar clarísimos. Así sabrás a quién llamar cuando necesitas ayuda profesional.
Y tú:
¿Has vivido una evolución o giro profesional en tu carrera?
¿De qué manera te has reinventado y qué aprendiste en el camino?
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